Es bien sabido el tópico que explica cómo la parte ‘indexada’ de Internet, es decir, reconocida y registrada por los buscadores habituales, es sólo la pequeña punta de un gigantesco iceberg. Se estima que tan solo el 5 % de las webs están registradas por los buscadores, lo que nos deja unas cifras apabullantes acerca de las dimensiones de la Deep Web o Internet Profunda.
La mala prensa se ha cebado con este basto espacio cibernético en los últimos años. La aparición de todo tipo de redes criminales ofreciendo sus servicios impunemente, gracias al anonimato de esta parte de Internet, ha puesto la Internet profunda en el punto de mira del sensacionalismo mediático. Al otro lado del espectro, sus defensores tratan de convencer al gran público acerca de las bondades de este enorme lado de la red, en el que los gigantescos sistemas de rastreo, recopilación de datos personales y detalles de nuestra navegación por parte de empresas y gobiernos quedan abolidos.
Bitcoin: criptodivisas
La revolución en esta parte sumergida de Internet vino de la mano de las criptodivisas, principalmente el bitcoin. Esta moneda virtual se ha convertido en los últimos años en la favorita para realizar todo tipo de transacciones en la Internet profunda. Su éxito reside en el anonimato que ofrece gracias a la ‘cadena de bloques’ un complejo sistema matemático que hace imposible conocer el origen o destino del dinero.
El prefijo ‘cripto’ procedente del griego, significa ‘oculto’; sin embargo, en el caso de las criptodivisas este apelativo no tiene tanto que ver con el secretismo que las rodea –hasta hace muy poco no se conocía el nombre de su creador-, como a los sistemas que logran hacer de este tipo de divisa algo que se puede intercambiar de forma irrastreable. Es decir, gracias al uso de la criptografía se ideó un sistema de intercambio conocido como ‘cadena de bloques’ o ‘blockchain’, un sistema de intercambio que impide que se conozca la identidad de la cual procede el dinero o la identidad de aquel que lo recibe.
Este particular sistema, así como la criptodivisa en sí se basan en las ideas anarcocapitalismo, una corriente de filosofía política del siglo XX que cree en un sistema capitalista liberado de las ataduras de bancos y bancos centrales, entre otras. La idea tiene que ver con la posibilidad de crear una moneda global que únicamente esté regulada por el mercado, en lugar de por la interferencia de especuladores y bancos centrales.
Damnatio memoriae y Habeas Data
Los romanos conocían como damnatio memoriae a la ‘condena de la memoria’, es decir, al olvido. Cuando un personaje público había sido condenado a esta pena por el Senado Romano se borraba todo rastro de su existencia. En el caso de que su nombre apareciese esculpido en alguna piedra –incluso en su propia lápida-, o su imagen en un cuadro, o su firma, o sus textos, etc, todo lo que tenía que ver con aquel condenado a este castigo era destruido, borrado, como si nunca hubiese existido.
El habeas data funciona a la inversa. ¿Qué pasa si se desea que nadie sepa de nuestra existencia?, ¿qué ocurre cuando deseamos el anonimato? El habeas data es un derecho reconocido por las constituciones de muchos países –entre ellas la española- por el cual todo ciudadano tiene derecho a conocer los datos que poseen de él organismos e instituciones, así como a decidir si quiere que esos datos existan, se compartan o se usen con diferentes fines. En nuestro país, la Agencia de Protección de Datos se encarga de resolver este tipo de litigios. Son famosos los problemas que multitud de ciudadanos han tenido a la hora de reclamar su derecho al olvido por parte de grandes buscadores como Google.
Uno de los problemas asociados a la Internet profunda es precisamente este, ¿Es posible el habeas data? Al tiempo que el anonimato se convierte en norma, la posibilidad de impedir la difusión de datos acerca de los individuos se hace prácticamente inviable.
La próxima semana, desde el blog de Somos Comunicación, continuaremos con la segunda entrega acerca de la Internet profunda, tratando temas como el Tor Project o el caso Silk Road, todo ello tratando de averiguar si esta parte sumergida de la Red es realmente una isla de piratas o el último lugar anónimo del planeta.